Vieja enfermedad. Ataca sin discriminar sexo, raza, edad o condición social. Sus primeras manifestaciones se pueden observar en el rostro: ceño fruncido y mirada brutal. Muy pronto aparecen trastornos en la personalidad ya que el paciente se muestra agresivo y hace alarde de "tener pocas pulgas" de modo que en poco tiempo todo lo irrita como si fuese una llaga viviente y, sin advertirlo, se ha vuelto búho es decir, su nueva condición de noctámbulo lo pasea por toda la casa como un fantasma hasta el amanecer. Su hígado comienza a mostrar mal funcionamiento. Los alimentos parecen de plomo o salpimentados con cal viva y, por tal motivo, la comida ha dejado de brindarle placer si es que alguna vez lo hizo. Sus visitas al médico son cada vez más frecuentes porque hasta siente fuertes palpitaciones en el pecho, de sólo estar, y las piernas pesan demasiado por causa de una retención fenomenal de líquidos...
¿Quién será esta pobre alma? Sus amistades son escasas y, en muchos casos, tormentosas. Tiene un empleo donde le pagan bien por dar unos cuantos gritos diarios ."Me pagan para ser hijo de perra"- suele aclarar a quien quiera escucharlo y, a decir verdad, le encanta que le teman porque en su limitada comprensión "temor" significa "respeto". Esta persona -aparentemente como cualquier otra- vive tomando medicamentos si bien alguna de sus enfermedades, como su psoriasis, sólo tienen tratamiento porque son más emocionales que físicas. Pero no se crea que todo esto es problemático para el perfil que nos ocupa ¡qué esperanza! Su cabeza "trabaja a mil" porque de sus gestiones dependen muchas personas que, en sus pensamientos, son menos que nada desde que se llaman "enemigos" ¡Ah... son un montón!, están en todas partes, a su criterio no merecen ni justicia y se siente capacitado y con derecho para destruirlos uno a uno sin piedad porque su querida enfermedad es el odio.
Del amor se habla todo el tiempo pero del odio no decimos gran cosa como si reconocerlo fuese legitimar una parte nuestra que quisiéramos tener a buen recaudo. Como simulamos ser buenos todo el tiempo, no vaya a ser que arruinemos nuestra imagen pública con sólo nombrar el virus del odio que cada día ataca a más personas en todas partes. Con cualquier excusa pero el hecho es que nos tiende sus tentáculos todo el tiempo y si nos alcanza, no hay escapatoria. Moriremos enroscados.
El odio comienza por tomar nuestro vocabulario y caemos en el insulto, la ofensa gratuita, la violencia verbal. Muy pronto el virus nos quita visión y nuestra mirada ya es parcial es decir, injusta. De esto a nublar nuestra razón hay un pequeño paso y ya estamos en su poder. Pobre de nosotros si algún día nos enrolamos en sus legiones porque lo primero que destruiremos será nuestra propia vida que incluye a quienes más amamos y a todo aquello que más nos interesa.
