Este sábado 9 de Julio la República Argentina cumple años. Apenas doscientos. Muy pocos si pensamos en los siglos de vida que tantos países ya cumplieron en otros continentes. Tan joven ella, como buena hija de bizarros soñadores no puede menos que aspirar a concretar un gran destino tal como lo pide su arrogancia porque, hablando con franqueza, ésta es una chica veleidosa para no desentonar con su nombre y su alma de mujer o, por lo menos, eso es lo que escucho decir cuando me explican que su regente astral es la luna. En línea con esta versión popular, Argentina, -como buena canceriana- es cambiante, magnética, hechicera, y misteriosa, con una característica adicional que tanto la ciencia como el arte y el deporte, de todo el mundo, le agradecen constantemente puesto que es una nación que tiene luminarias para regalar. Luna estrafalaria del fin del mundo, no alumbra con luz prestada; tiene energía propia si bien ciertos nubarrones insisten en esconderla durante décadas hasta que ella reaparece en el momento menos pensado para gritarle al mundo, con sólo estar, su poderosa afirmación:-"YO VALGO. YO PUEDO. YO SOY".

Argentina termina de remover el personal que tiene a su servicio. Eligió gente sin más antecedentes que su historia personal porque está dispuesta a cambiar ideología por filosofía y cargos públicos por servicio humanitario. Como a estas horas asume que la ociosidad es madre de todos los vicios, y madrina de los capos de la muerte, de todos sus asesores sólo está dispuesta a escuchar al corazón de los argentinos porque ya no es un secreto para nadie que el odio es el peor consejero. No sería extraño que esta joven República más de una vez se vea en apuros por inexperta, confiada o sentimental, y hasta cantando con María Marta Serra Lima: "Como toda mujer/ a menudo me da por callar/injusticias y luego llorar en silencio/o explotar por alguna idiotez/verme mal de cabeza a los pies/como toda mujer ¡como toda!". Y como toda mujer es guardiana de la vida hoy tengo ganas de gritar para decirle: