sábado, 24 de enero de 2015

"Don Nadie"



La actividad política es eso y mucho más; es un arte y -también- algo menos; es un oficio o algo parecido y, para qué andar con vueltas, es una consagración al desafío de ser lo que somos porque la tarea política es el más vivo retrato de cada uno de sus ejecutores.
Desde luego, un político no es cualquier mortal. Su desempeño como tal lo requiere vanidoso, manipulador, ególatra, ambicioso, agresivo, fanfarrón, leguleyo y, casi siempre, cínico. Detrás de esas sombras, y a distancia considerable, aparecen algunas luces de santidad con las que Él sabe iluminar muy bien sus puestas teatrales habituales. La política partidaria es, ante todo, un señor espectáculo y es correcto hablar de actuación política cuando se descubre que los más diversos referentes partidarios defienden hoy aquella causa que ayer combatían con tanto fervor. Muchas veces pareciera que la actividad política partidaria se limitara a mentir con habilidad como si los destinatarios de los discursos fueran imbéciles perfectos y, desde esta perspectiva, triunfar en el ruedo  de un partido político es poder hallar el modo de ganar bienestar personal aún a costa de la mala vida que se pueda gestionar para los demás.
Así como en algunas sociedades se admira al ladrón que logra no ser descubierto y por muy poco no se desprecia en público al científico, o al decente, en determinados lugares es título de "político extraordinario" implica ser más delincuente que el resto de sus semejantes. Lo único que debe hacer un sujeto en tal caso es simular que hace algo tan importante como disponer que haya flores en algunas plazas públicas, o cambiar la hora solar por la de su agrado, y no debe olvidar de hacer negocios formidable con dinero que no es suyo además de tener muy en cuenta la regla de oro del éxito político que consiste en suponer, y hacer creer a más de un ingenuo, que este mundo no existiría sin su providencial participación.
El quehacer político como medio de vida es puro ejercicio de la egolatría humana claro que si existen quienes necesitan deslumbrar -para sentirse vivos- es porque hay legiones de ansiosos por ser seducidos. Pequeños, solos y con demasiado poco en su haber intelectual, millones de individuos hasta podrían desaparecer de su propia consciencia si la política partidaria no los ubicara en algún espacio virtual donde ellos pueden permanecer, decorosamente, sin necesidad de ser personas plenas. Son personajes que no se inmutan por figurar en la categoría de "Don Nadie" porque... ¿por qué habrían de temerle a semejante supuesta descalificación? Ellos, como hombres fantasmas, también suman desde que también votan y es en cada elección política cuando se vuelven importantes porque se hacen de pronto visibles al codearse con el electorado que significa: multitud. Como es la mayoría la que decide nada menos que suerte de un político con aspiraciones (no importa cuáles), quien elija ejercer el otro oficio más viejo de este mundo, el de político profesional, tiene eternidad garantizada si sabe convertirse en violador de multitudes porque se las destrata de tal manera, simulando asistirlas, que terminan convertidas en simples encuestas sincronizada con las  ambiciones de cualquier manipulador. Hasta no hace mucho las masas lucían como rebaños bajo diferentes denominaciones. En la actualidad, las multitudes de votantes son simples columnas de números que hasta pueden ser tentadores en manos de buenos dibujantes.
Por cierto, entre los integrantes de cualquier electorado -político o no-  hasta el más pintado se puede equivocar porque existen tratamientos para ofender y desafiar a la inteligencia de cualquiera. Tal vez las malas elecciones de los votantes no hagan más que certificar lo que hay de nefasto en la condición humana y es posible que, con tanto rasgo grueso en el boceto del perfil genético de los ciudadanos, ya sea hora de poner el acento en ciertas consideraciones: después de tantos siglos de afanes políticos no se han resuelto problemas tan acuciantes como la paz en este planeta, en el que no hubo un solo día de paz universal.  Tampoco se logró una equitativa distribución de la riqueza cada vez más concentrada en menor cantidad de personas y ni qué hablar de igualdad de oportunidades entre los seres humanos sin olvidar  el obsceno desinterés de los gobiernos del mundo por preservar nuestro planeta azul. En este sentido, la tan  mentada carrera política como elección de vida personal es prometedora pero, como servicio es el peor que se pueda esperar de la naturaleza humana porque está bien visto que la política partidaria es ineficiente -si no perversa-. 
Podría suceder que alguna vez La Política sea suplantada -o al menos controlada o asistida- por la ciencia, el arte y la tecnología, si es que antes no la secuestra el dinero claro que, hasta entonces, lo mejor será dejar de ser "Don Nadie" o, al menos, intentar la aventura de ser alguien que se llame, por ejemplo, ciudadano, usuario, consumidor, creador, ejecutivo... esto es: pura energía transformadora de lo inconveniente en conveniente para que aún aquello que consideramos teóricamente    imposible pueda aparecer -a velocidad atómica-como desafiante, gloriosa, realidad.