sábado, 7 de febrero de 2015

"Un Tal Amor"



   Un tal amor continúa siendo el más ilustre desconocido en la historia de la humanidad y, sin embargo, de tal desconocido continuamos esperando grandes novedades por no decir prodigios. Se lo invoca como a un dios padre de cuanta criatura pueda existir en el mundo de nuestros sueños y, desde una mirada hasta el precio de un perfume, todo pareciera servir para seducirlo primero y para esclavizarlo, no mucho después, como si alguien alguna vez hubiera podido tenerlo verdaderamente entre sus manos.
   Cuando una persona imagina haber encontrado al amor suele tratarse, en realidad, de un buen compañero de ruta o una pareja soñada. Cuando alguien hace "lo que sea" en nombre del amor no es arriesgado suponer que, en algún rincón de su ser tal buscador es un indigente cósmico con todas las de la ley y que, además, su solicitud de correspondencia amorosa es un pedido de amparo cuando no de sometimiento. Infinidad de veces suponemos descubrir al Amor en actitudes que suelen ser promovidas por los más bellos sentimientos -o motivos- sin que se trate  precisamente de Su Señoría El Amor pero, la magia es una de las tantas operaciones mentales que los humanos tenemos permitidas y tal vez sea la principal responsable de la supervivencia de tan indescriptible criatura en ese territorio tan incierto como lo es el de nuestras emociones.
   De hecho cada vez somos menos sensibles o, si se prefiere, menos sensitivos lo cual nos lleva a preguntarnos quiénes nos necesitan más dormidos que despiertos o más muertos que vivos. Una respuesta podría ser: "aquellos que operan con nuestros sentimientos, de miles de millones de maneras, mucho antes de tenernos al alcance". Ellos no están bien identificados; se dice que provienen de los cuatro puntos cardinales lo cual no tiene importancia. El hecho es que están implantados en nuestro ser y nos dominan a través de mandamientos y deseos que, por momentos, podemos llegar a creer que son nuestros porque esos tipos, nuestros patrones genéticos, nos acechan desde la oscuridad de los tiempos cuando la raza humana se inscribía a sí misma en la primera plana de su historia actual que lleva siglos de no muy buena edición.
   Mientras tanto, íntimamente nos desconocemos si bien insistimos en querer saber, por ejemplo, por qué hacemos lo que hacemos o dejamos de hacerlo y en esta indagación, por demás humana, el primer cabo suelto es el tema del amor que podría  definirse con el hijo mayor de la sensibilidad del homo sapiens. A este hijo maravilloso debió renunciar -por lo menos- cuatro veces es su historia conocida: primero para convertirse en cazador; no mucho después para ser comerciante; luego para ir a la guerra y, al final, para hacer política. Ninguna persona sensible puede ejercer con éxito ninguna de estas actividades. La hembra, aunque pueda quejarse de su suerte, tuvo la grandiosa oportunidad de ejercer su sensibilidad en el ejercicio de esa formidable labor de ingeniería humana que le demandó desarrollar -y sostener- a la familia tradicional hoy ya fuera de foco.
   Aún le queda a la guardiana de su especie el privilegio de la maternidad y todavía es un ser "con amor" hasta que la lucha por el sustento y por el poder ¡se lo arrebaten!". Cuando ese día llegue, Ella comprenderá que es injusto reclamarle al macho algo que ha perdido por traerle qué comer cuando ya no bastaba con que recolectaran juntos los frutos que la tierra les regateaba por sus cambios de humor. No es justo reclamarle al hombre que sea amoroso cuando las mujeres hemos celebrado durante siglos que fuera matador y aún hoy aplaudimos que "tenga garra" o que sea una fiera en los negocios y en su desempeño sexual mientras que la mayoría de nosotras, hasta ayer nomás, tocábamos el piano, soñábamos con el príncipe nada menos que azul, bordábamos, leíamos algún cuento, cantábamos canciones de cuna a niños propios o ajenos... actividades que un animal preparada para la caza , y para la riña,  nunca podrá valorar aunque millones de veces haya simulado o intentado hacerlas.
   Por último, aún hoy son mayoría aquellas que se degradan para conseguir protección masculina cuando se descubren atrapadas por los machos en el mercado laboral. Los los códigos falsos de femineidad tienen muchísimo que ver cuando Ellas pretenden mucho más de Ellos que de sí mismas al extremo de perder toda una vida esperando sentadas al hombre irreal que supuestamente les brindaría  amor  cuando lo más lógico -y acertado- sería darnos por bien servidas con algunas muestras de colaboración masculina. El sofisticado pero aparentemente sencillo acto de comprender a una mujer todavía es imposible para un hombre común y, por tal motivo, hay magia toda vez que un varón alcanza esa proeza y la magia, otra vez, nos hace creer que tal individuo ha nacido para nosotras;  que no hay otro como Él en el universo; que es  nuestro gemelo etcétera y, de tal señor, desde luego, bien se puede decir que es nada menos que...¡un amor"!.