viernes, 18 de septiembre de 2015

"Otoño en Primavera"

   El otoño cuenta con toda mi adoración pero sé bien que la primavera tiene más festejantes porque siempre fue más promocionada no sólo por los poetas; por las artes en general. ¿Quién no le puso letra o música a sus encantos? Como el renacer de la naturaleza se muestra nada menos que con flores, perfumes y a todo color, no es posible el más mínimo desdén a tanta vida que se ofrece sin pudor a nuestras más sofisticadas percepciones y no queda más que decir: ¡viva la primavera! Pero hoy, aquí, estoy pensando en el otoño. Estoy con ganas de instalarme en el oro de las campiñas y en la plata de los cielos tormentosos fabricantes de días grises que para los melancólicos serán deprimentes pero, para los enamorados son -¿saben qué?- románticos.
   El otoño nos recuerda que el verano se ha marchado una vez más y que el invierno está cerca pero este paréntesis, tantas veces inadvertido, es un soplo formidable de energía. El gran reino vegetal está guardando combustible para el regreso de sus vacaciones y el ritmo perfectamente calibrado de tanto acopio energético, al mismo tiempo de acunar a la vida en los espacios verdes, está fortaleciendo el ramaje de mi propia naturaleza porque en mi persona también hay hojarasca, ríos de sangre  caliente y congelada, troncos, piedras jugando a ser huesos, minerales valiosos, un sol en el plexo que lleva su nombre, una estrella azul en el ventrículo izquierdo del corazón, alguna nube rosa en mi horizonte secreto y demasiado pensamiento inútil que es polvo en suspensión obstaculizando mi visión tanto interna como externa. Es que, al fin y al cabo, somos mundos en "bonsai" con sus cuatro estaciones correspondientes no siempre bien aprovechadas porque es costumbre que estemos detrás de la próxima es decir, detrás de una que otra mentira como aquella referente a que cuando se es mayor de edad uno hace lo que quiere y el niño no ve las horas de ser "grande".
Hay una simple operación mental en los humanos que hasta aquí no ha  dejado de hacernos bromas pesadas todo el tiempo y, para colmo de males, puede  instalarse automáticamente: no admite revisiones ni espera aceptación para instalarse como página de inicio en nuestras vidas. Se trata de la creencia -mentira más ilustre y más dañina que las demás desde que creer es cómodo, habitual y esencialmente humano lo cual no quiere decir que la credulidad sea útil o conveniente porque, generalmente, no es más que una trampa. Creer, por ejemplo, que la juventud es lo mejor es tan falso como  suponer que la vejez es un horror.  En este caso, es no comprender que si bien los años calendarios pueden ser contabilizados, los años de vida van por fuera de la noción de tiempo que hemos dibujado en nuestra mente los humanos. El tiempo del reloj y el almanaque luce el marco perfecto de nuestros hábitos mentales. Si alguien ha crecido pensando que "la vejez no viene sola", si le hicieron creer en "el peso de los años" o en el cuco de la vejez tan buen hermano de la bruja soledad... esa persona se irá de este plano en ruinas pero, si a los noventa trabaja en nuevos proyectos, porque no tiene pensado envejecer, ese ser por muy añoso que sea jamás llegará a viejo porque viejo es lo que no sirve, lo que está de más, lo que no se usa, lo que estorba, lo que "ya fue".
   Me contó un pajarito, en cierta primavera, que hoy la gente vive más porque nuestro planeta se desplaza a mayor velocidad por los cielos -alguien me citó a Albert Einstein para explicármelo- y otros me hablan de antibióticos, del avance tecnológico, de la gimnasia y la meditación como probables  causas de la gerontocracia que se avecina pero, yo conozco sólo una: la actitud personal diseñada por una "cabeza clara" para decirlo una vez más con Ortega y Gasset
   La actitud de una persona depende de los velos que oponga a su mirada. Cuanto más lejos alcance a ver más cerca estará de las mejores opciones de vida en este mundo, o en cualquier otro, y si se instala en la inconveniencia, por falta de visión, estará en peligro de vivir justo en esas zonas donde en lugar de rosas encontrará sólo espinas y, a propósito, hace mucho tiempo me enseñaron a perdonar las espinas por las rosas pero, para no lastimarme con ellas, las trato a la distancia como he decidido relacionarme con las toxinas peligrosas para el alma, como el odio, el orgullo o el desamor, que no congenian con mi corazón de peregrina que se ha estremecido en todas las estaciones del cielo y de la tierra. Hoy me toca saludar a la primavera desde mi otoño que es tiempo de cosecha y reencuentros.  Feliz Primavera aquí y Otoño glorioso allá, en el otro lado del mundo, donde hay tantas miradas claras buscando uno que otro destello en la web.-