sábado, 9 de mayo de 2015

"Excelencia Casi Cero"

  
   Los cambios formales y modificaciones funcionales que va imprimiendo a nuestra especie su propio aprendizaje existencial no implica que la estructura interna del ser humano haya alcanzado niveles óptimos de excelencia. Seguimos conviviendo con Caín y Abel así como los grandes temas de la humanidad continúan centrados en el odio y el amor. Un gran nazareno sabiendo que seríamos como somos nos ha dejado un mensaje interesante al formular aquella osada invitación de comer su cuerpo y beber su sangre nada menos que hasta la consumación de los siglos. El gran Rabí estaba muy al tanto de  la imperiosa necesidad de sublimar,  nuestra humana ferocidad que es lo mejor que podemos hacer con nuestras personales deformidades. La evolución intelectual no determina en los individuos el entierro de sus defectos; el intelecto -en el mejor de los casos- puede ayudar a preservarlos en delicados envoltorios para que la memoria poética no sólo los acepte de buena gana; también para que acceda a mantenerlos, entre decorados secretos, el mayor tiempo posible. 
   Esta gestión de camuflar nuestra sombra no es de tanta utilidad -depués de todo- porque a la primera grieta de la utilería exterior queda al descubierto uno que otro escondite donde los atributos de nuestra humanidad no están expuestos de la mejor manera. Lo que estaba guardado con un rótulo de "generosidad" bien puede aparecer como "egoísmo" y hasta lo que se señalaba como "cordialidad" puede que aparezca como "especulación"... Lo extraño es el interés por insistir en la idea de que el humano actual es superior al prototipo de épocas pasadas cuando lo real es que, si obviáramos el progreso científico y tecnológico, el humano -a secas- es tan insignificante como lo fue durante toda su historia huérfana de paz por culpa de sus limitaciones mentales. Por otra parte, recién está sospechando que habían sido ciertas las razones del corazón claro que le cuesta tanto admitirlo que apenas puede si hablar de "inteligencia emocinal" y, en concordancia con tan poca cabeza y tanto eufemismo es que, permanentemente, en algún lugar de este mundo, hay una masacre, una invasión, un atropello, un genocidio, traiciones al por mayor, injusticias, explotación... entre delincuentes innumerables que toda sociedad fabrica desde siempre, con suma dedicación, como para asegurarse esa cuota de horror establecida en algún decreto altamente confidencial convalidado por el silencio de toda la humanidad.
   Como el humano aún luce el mismo caudal de luz y sombra que vino con él desde que un guiño de la evolución le dio paso entre los ocupantes de este planeta, el hecho de ser más o menos bueno depende muy poco de su persona debido a la nula participación que ha merecido en esta puesta teatral gigantesca que es la danza de la vida en este punto azul de los cielos. No está inscripta en el genoma humano la santidad. Pudiera estarlo en su programación psíquica, o en los grados más altos de su evolución cósmica, para que ese rasgo virtual nos predisponga a desearla, alabarla y, en el mejor de los casos, buscarla.
   Las pretenciosas normas sociales -habidas y por haber- no son más que recursos funcionales a ese personaje ocasional que debemos interpretar entre semejantes lo cual no impide que nuestra personal humanidad esté siempre al acecho reclamando esas participaciones que, de vez en cuando, simulen darnos un lugar en alguna historia. Esas participaciones de mala muerte, nos sirven para recordar que, por mucha inteligencia que pueda acreditar una persona, el espíritu de su raza es joven y no le alcanza para presumir de demasiada excelencia sino, más bien, de aprendizajes de alto costo no sólo para su persona; también para el resto de sus congéneres recién nomás enterados de antiguas noticias como aquella referente al agua sin ir más lejos: ¡resultó que no es un recurso renovable y es más peciosa que todo el oro del mundo!!!!! Tanta información formateada rodando por nuestro planeta no es la aconsejable para nuestras pretensiones de excelencia porque nos están faltando datos valiosos que están muy bien especificados en la más refinada faceta de la inteligencia humana: la intuición. Cuanto más intuitiva sea la gente más se acercará a la evolución interna de su especie y después de animarse a iluminar lo impenetrable, dentro de cada individuo, el camino dejará de ser peligroso porque en lugar de misiles se verán mariposas nuevas volando al compás del corazón humano que todavía tiene guardado lo mejor de sí para mejores días cuando figurar entre los peores no sea motivo de orgullo ni de publicidad. Hoy es demasiado difícil enfrentarse a la excelencia casi cero pero, en todas partes hay personas de evolución más que media. Son ellas la esperanza de que la humanidad cambiará el paso para que su marcha sea más segura. Son ellas quienes trabajan -casi en secreto- creando tendencias firmes con respecto a los valores de cada cultura que -por falta intencional de promoción- se opacan. Por suerte la pasión  fortalece y será el tiempo quien, más temprano que tarde, dará Poder a los mejores para desplazar a la mediocridad instalada hasta en los más pequeños actos de la vida cotidiana que casi no es vida porque si es cierto que existen legiones nunca tan bien equipadas (y organizadas) de horribles, impresentables, indignas personas, es precisamente en esta época decadente que simula ser evolucionada pero no es más que la fachada de un siglo impostor.