sábado, 14 de marzo de 2015

"Creer y Reventar"

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   No son pocos los pensadores embarcados en el tema de la humanización de la economía o en un mejor reparto de la riqueza en este planeta que puede traducirse como más fácil acceso a mejores oportunidades de bienestar. Por supuesto, la mayoría de los políticos de carrera harán su trabajo en contra de semejante pretensión en tanto que hay legiones de seres que se ven en dificultades para derribar más de una tranquera de su campo interior donde hicieron prosperar el cultivo ancestral de sus creencias.
   La mayoría de la agente está jaqueada por suposiciones que no tienen por qué ser conscientes ni bien fundadas como cuando nos escuchamos decir, frente a un menú desconocido, que no nos va a gustar sin haberlo probado o cuando se asegura que tal o cual negocio no va a prosperar porque, sencillamente, así se nos ocurre. En ambos casos no existe el argumento que pueda modificar estas actitudes porque sólo con hechos, o experiencias, se puede alterar lo sembrado por mandatos inconscientes.
   Cuando alegamos que "en algo hay que creer" no tenemos ni la más leve sospecha acerca de que una creencia es una creación mental como cualquier otra que, positiva o no, tiene vida propia. La creencia no está en nuestras manos; es su propio mentor quien está en su poder -y qué poder- porque ingenua como es, o precisamente por serlo, la creencia ejerce total fascinación en la mente humana. Por ella se muere y se mata así como en su nombre se divide y subdivide la humanidad hasta límites inimaginables. Desde que la creencia se presta gustosa para cualquier negocio desde el turístico, hasta el sucio (y aborrecible) de las armas, los mercenarios de este mundo tienen muy en claro que la credulidad es buena carnada para que muerdan el anzuelo tantos hambrientos de futuro que alberga toda corriente ideológica o religiosa. El sólo hecho de creer, en lo que sea, ya nos introduce en una manada donde no se nos permite ser personas para convertirnos en simples seguidores. Esta actitud tan comprensible explica por qué ni siquiera los supuestos liberados de los dogmas estamos libres de codearnos con las creencias porque tenemos ¡las de nuestra propia creación!!!!
   La creencia individual no tiene el peso de la colectiva, desde luego, pero se puede advertir su lento trabajo en los éxitos y fracasos de la vida personal. Instalada como sugestión, decreto, o mandato, hace de las suyas en cuando le prestamos alas. Si la gente tuviera siempre presente que las creencias son tan sólo dibujos animados no habría tantos desheredados en este mundo porque esas animaciones -a todo color- son las que cierran el paso a la audacia o, mejor dicho, a todo riesgo. "Creo en el destino" así que no hago nada por modificarlo; creo que "si Dios quiere" haré tal o cual cosa de modo que "Dios dirá" lo cual me convierte en mudo además de inútil; creo que "nadie la talla contra el destino" así que mi hambre, y mi desolación, tendrán que esperar y a soportarlo se ha dicho; creo que "nada se consigue sin sacrificio" lo cual me habilita ampliamente para ser ofrenda en el altar de las ambiciones de cualquiera o, si no me opongo, para ser sacrificado en beneficio de tantos descreídos que saben, de sobra, que "el vivo vive del zonzo y el zonzo de su creencia". Creer en la necesidad de sacrificarse por todo es una imbecilidad. Que todas las religiones estén regadas por la sangre de sus mártires no implica que todos tengamos que aportar la nuestra sobrellevando a un jefe mal nacido o realizando una labor que nos hace daño físico y espiritual. ¡QUE VIVA EL ESFUERZO! pero aquel que nos reconcilia con nuestras internas necesidades y, por tal motivo, con toda  la humanidad. El sufrimiento es un aprendizaje  más en toda existencia humana siempre y cuando no nos instalemos en él por creer que es un designio sobrenatural que ha caído sobre nuestras pobres cabezas.
   A poco de hablar con personas sufrientes ya sabemos que son poco advertidas. Por la ceguera que causa el dolor, o por cansancio de remar sin rumbo, inmediatamente se las descubre resignados a su suerte. Sus primeras palabras describen cómo creyeron equivocadamente en tal o cual persona, en tal o cual zoncera, y que ¡siguen creyendo en muchas otras!. En tales casos un llamado al trabajo de reflexionar,mediante sugerencias pautadas por la realidad, los asusta de tal manera que cuesta mucho sacarlos de esa parálisis total que las suposiciones pueden provocar en la gente y en su entorno. La "creencia cierta" es un contrasentido puesto que al asomar la certeza ya hay conocimiento en lugar de dibujos animados. En honor a una  mínima honestidad intelectual hay que aclarar que las creencias positivas ayudan a vivir porque en lugar de paralizar son movilizadoras pero, justamente por eso, también son peligrosas de manera que un consejo referente a las creencias habidas, y por haber, podría ser: mucho cuidado con creer....¡y reventar!.