sábado, 23 de mayo de 2015

"Poder de Seducción"

-"No hay mujeres feas"
-"El arte de agradar se puede aprender" (como si al arte uno pudiera conseguirlo a buen precio en la primer esquina).
-"Toda persona cuenta con su particular encanto..." sin embargo, y ya dispuesta a disfrutar de los primeros días de mi otoño, todavía espero poder encontrarme más a menudo con  gente verdaderamente seductora. Son rarísimas. El hecho de que la mayoría intente serlo no altera esta realidad que interpreta mi mente y a más de uno que se cree irresistible dan ganas de pedirle por favor que renuncie a esa remota aspiración para que, recién a partir de entonces,  pueda sucederle el milagro de atraer a algunos -para alejar a otros-.
   -¿Que no?
   Nadie ha podido demostrar todavía que el afán de hacernos valorar no lleve implícito el gran riesgo de terminar subestimados por muchos de aquellos que quisiéramos tener a nuestros pies. En el caso de ser capaces de llegar al semejante no debe extrañarnos que en el momento menos pensado seamos rechazados (y hasta combatidos) por la vanidad de los demás que no tiene por qué ser inferior a la nuestra. El intento natural de ser bien atendidos y especialmente considerados, dondequiera que estemos, se malogra en seguida nomás de ceder a la pretención imbécil de que todos deben aplaudirnos por las zonceras que decimos, por los negocios que logramos emprender o por las ilusiones que esperamos concretar. Infinidad de seductores imaginarios se encuentran casi al borde del infarto cuando descubren, por supuesto sin quererlo, que al final de cuentas  habían sido incapaces de recaudar la cuota real de admiración que su pequeña estatura reclama para justificar su miserable existencia.
   Para pertenecer a esa sufriente legión de personas hace falta padecer de cierta disfunción emotiva que se delata en el síntoma -apenas perceptible- de no alcanzar presión normal sin halagos. Uno por día al menos y  tan es así que esa secreta dolencia las lleva a embarcarse en la práctica del elogio gratuito que, como industria imaginaria, sólo ofrece ganancias en billetes sin valor. ¡Qué ilusorias utilidades de esa empresa sub-humana! Cuántas veces el intento de hacerse admirar es una denigrante manera de mendigar aplausos por las calles de nuestros días fingiendo que somos nosotros quienes los ofrecemos a manos llenas.
   Es una pena -lo sé- pero no es frecuente codearnos con personas mágicas de ésas que son como son y que con éso ya tienen de sobra. Auténticas, sin temer a la descalificación ni al ridículo, son las únicas seductoras que pueden existir sobre la tierra. Si se trata de un varón no toma demasiados recaudos para "no perder" porque El es un ganador nato. En el caso de la mujer, lo último que haría es buscar seguidores. Ella, simplemente, encuentra: al odio y al amor; al ataque y la defensa; a la guerra y la paz... con cierta asombrosa naturalidad que le pertenece casi con categoría de razgo físico y lo más interesante es que ella, como dueña absoluta de su poder de seducción, lo desconoce porque el verdadero encanto no está enterado de serlo. La luminosidad es algo así como un don que tenemos todos hasta que la convertimos en luz artificial.
   El seductor auténtico se asombra de que sean tan pocos quienes perciben sus limitaciones anímicas, o sus desventajas físicas, y suele ser el primero en preguntarse qué es lo que otros descubren de luminoso - o atrayente- que el mismo no es capaz de descubrir en su figura ni en su personalidad y no creo que nadie pueda decírselo porque si  una mujer como Indhira Gandhi era capaz de imponer silencio con sólo poner los pies en un foro internacional, o dondequiera que iba, habría que decir sin más remedio que  Ella desbordaba esa exquisita humanidad cada vez más extraña entre seres que actualmente nos consideramos humanos y, antes de terminar estas reflexiones, no puedo dejar de escribir que el poder de seducción no reside en el hecho de ser "vendedores"; reside en ser como somos. Seducir, fascinar, encantar, atraer no es una tarea ni un logro: es una actitud generada   por nuestra  propia energía  porque es -ni más ni menos- cierta pincelada de luz que todos traemos al nacer. Que hay peligro de borrarla sí; que no pocos quieren verla desaparecer ¡también! pero no importa: cuando tomamos la decisión de "ser" ya tenemos el magnetismo  suficiente para atraer lo que necesitamos y merecemos así que... si no tenemos suficiente poder de seducción significa que hemos dejado de ser lo que fuimos al nacer: ese destello de muchos colores que, si no hay cuidado, muchos de ellos pueden desaparcer y, por último, la seducción nada tiene que ver con lo físico o lo material, ella es tan femenina que es  romanticona, refinada, sofisticada y sentimental porque nace y  llega lejos en la cara oculta de la humanidad. Ella nunca será visible -¿para qué?- sabe bien que el secreto del secreto es dar Poder.