viernes, 15 de enero de 2016

"Amor y Amar"

     Aún el más pequeño de los sueños es demasiado grande incluso para cada uno de sus fabricantes que, una vez concretado, ni ellos mismos son capaces de conservarlo en su poder a menos que se propongan reducirlo a su mínima expresión. Elige cualquier lugar, a cualquier hora y ya tendrás a alguien que, frente al sueño consumado, advierte que sus manos no son lo suficientemente grandes como para guardar tanta importancia personal y que, después de tanto remar, hay que compactar el resultado cuanto antes para que no  se transforme en poca cosa o en una desventaja. Es que la realidad no es el campo propio de las ilusiones porque ellas pertenecen a territorio azul y no pueden sobrevivir ni al cuidado más atento de sus propios gestores que suelen preguntarse desolados:
    -Y...¿ésto era lo que yo tanto soñaba?
    A mí también me pasó. Tu amor, que era lo único que me había atrevido a soñar, no me permitía enfrentarme a esa pregunta demoledora si bien, en secreto, ya tenía contestación hasta que me animé a responderla a toda voz y, para mi tristeza, el hombre que eras estaba muy lejos de ser el de mis sueños. Yo sólo contaba con una buena imitación que aparecía muy seguido casi siempre para otros pero, cuando estabas para mí... ¡Ah! el hombre de mi cabeza te poseía para convertirme en la mujer que yo creía ser y a la que me parecía bastante cada vez que me encontraba sin salida entre tus brazos porque ¿por qué no ser la seductora triunfante cuando ya no era posible evitarlo? Más tarde, cuando el arco iris corría a guardarse en tu pelo -hasta la próxima- mi hombre ya no estaba y en su lugar había alguien muy dispuesto a reemplazarlo al estar también ausente esa mala especie de mujer con lo que no siempre podías contar. Ella debía estar siempre a la sombra tal como lo venía haciendo la mayor parte de mi vida ya que, antes de conocerte, yo viví entreverada con los buenos sin la menor intención de parecérmeles.
   Sin embargo de ellos recibí varias lecciones, como la de ser generosa con mis vencidos, no mucho después de que hicieran conmigo la imagen más parecida a la de aquella figura que nuestra sociedad ya casi no tiene en existencia: me refiero a La Señora. Presuponiendo que no quedaban muchas, ellos no hallaron nada mejor que tentarme con ese rol y yo no sólo lo acepté de mil amores: lo interpreté a la perfección porque a los quince años ya nadie me tenía por otra cosa. Cierto día intenté protestar diciéndole a mi peinadora:
   -Usted sabe que no soy casada ¿por qué "señora"?
   -Porque es demasiado formal para ser tan joven.
  Sencilla respuesta para asunto tan complejo.Yo había aprendido a adoptar posturas al margen de mi control consciente.
   Más tarde, cuando intenté enfrentarme con aquello que se tenía por mi persona, ocurrió algo inesperado. Al colocarme como espectadora de mi misma terminé enamorada de cierta bella dama que vi respirando en mi pellejo y ya no hubo nada que hacer. Habían logrado hacer conmigo una chica tan formal que una simple modificación de su peinado la convertían en un pobre bosquejo de aquélla, su propia imitación.
   Un buen día me sentí obligada a ser casi como yo para que lo nuestro tuviera color pero sabes bien que jamás tendré valor para desalojar de mi casa a la señora que me habita. A lo sumo puedo pedirle algunas veces que se retire no sin antes recordarle su obligación de volver lo más pronto posible pues he descubierto que ya no puedo vivir sin ella y que, ni se te ocurra negarlo, es la primera vez que  hay una señora en tu vida y ¡te encanta!.