sábado, 6 de junio de 2015

"Antena Psicotrónica"

     Mi querida rebeldía es hija dilecta de la adolescencia. Como demasiado pronto se advierte la reducida evolución de la especie humana, en toda sociedad de este mundo sus jóvenes integrantes desautorizan todo lo establecido por sus predecesores hasta descubrir que las odiosas normas bien pueden favorecer a cierta personita con número de documento sabido de memoria y es entonces cuando las reglas ya no son tan demoníacas, después de todo, lo cual no significa que no haya que corregir algunas o reemplazar otras.
   El establecimiento de normas requiere legitimidad, autoridad moral de los mayores en la vida cotidiana y todo bien pero, como nada es lo que parece, la norma marcha detrás de la costumbre, de la necesidad, por lo tanto de la época, y siempre está impugnada por el presente. Esta impugnación es lo que hace decir a los jóvenes:-¿por qué hacer ésto y no lo otro cuando nada es universalmente bueno o malo; alegre o divertido; agradable o desagradable...?
   Cuando se reflexiona acerca de las actitudes personales frente a lo socialmente establecido en seguida aparece en escena la sagrada libertad cada día más limitada desde nuestro ingreso a la escolaridad. Es en el ámbito escolar donde trastabillan las negociaciones interpersonales que son más fáciles en familia porque, en la escuela, el estudiante pierde la cobertura del afecto. Aunque hoy  no le digan "señor", como en otras épocas, en el colegio es alguien "como los demás" -por poco que se les parezca- y es nada menos que nadie pues debe mostrarse tan impersonal como le sea posible para no desentonar. A esta inhumana pirueta la llaman "adaptación" y es considerada una señal de ¡elevado coeficiente intelectual!
   Con el ingreso al secundario el adolescente toma nota de que también está ingresando a la vida social de su entorno sin que nadie se tome en serio el trabajo de enseñarle a relacionarse armoniosamente con la humanidad. En las aulas no se dan lecciones vida de manera sistemática. Con suerte, muy de vez en cuando, aparece un referente de peso en el staff de profesores de una institución que sepa ofrecer al alumno un cable a tierra del que no siempre podrá servirse sin quedar electrocutado porque toda energía es dual y el Él... sin saberlo.
   Una vez que el pobre se encuentra en plena carrera universitaria caerá en la cuenta de que es un semejante a cualquier integrante de una sociedad que, en muchos aspectos, necesita barajar y dar de nuevo. Acaba de enterarse de lo mucho que hay que corregir en su sociedad pero, por favor, no le hablen de cambios en su persona. Cada retoque en su personalidad es una gestión tan difícial que le queda, casi como único recurso, el de enfurecerse con la humanidad y hacerle frente pero es justo cuando salen a desafiarlo las normas habidas -y por haber- no siempre en buenos términos unas con otras por ese afán de ir siempre detrás de los acontecimientos como desairando a la flecha del tiempo. Si a pesar de tanto desmadre, esa persona de pocos años hace algo novedoso, arriesgado, y desaprobado por sus mayores, se trata de alguien que tiene su brújula interior bien orientada hacia el ideal -o el objetivo- lo cual determina que ninguna normativa pueda esconderle el horizonte. Esto no quiere decir que tal individuo sea violador de norma alguna. Significa que la antena psicotrónica del innovador está tan bien instalada en su ser que si lo establecido no va con su andar Él, como si nada, impone una mirada diferente con sus buenas razones o propone un juego novedoso que dará lugar a nuevas reglas que no tendrán por qué ser opuestas a las anteriores porque bien les cabe la posibilidad de ser complementarias.
  Toda la vida hizo falta la figura del innovador para que la humanidad conserve cierta frescura siempre que la innovación no signifique violencia. Esta natural necesidad de renovación hacía suspirar a los románticos. Victor Hugo hizo así la gran  pregunta: -"¿Quién que es no es rebelde?"  El rebelde es un ser que sencillamente, y a pesar de sí mismo, ha nacido transformador. Él dispone de una conexión cósmica diferente a la del resto de sus semejantes sin que por esto merezca la calificación de bicho raro ni la impunidad para apuntarle a la yugular. El auténtico rebelde es un visionario bien orientado hacia su meta. Es alguien con buenos contactos en las redes... del universo y éso es todo. No hay por qué asustarse a menos que tengamos sentimientos inconfesables ni hay excusa para ponerse furioso a menos que estemos en cortocircuito con nosotros mismos.