miércoles, 8 de febrero de 2017

"Pituca en Concierto "

     Más de uno ve en el triunfador a un ser que ha nacido regalado con favores muy especiales del cielo sin comprender que esa persona  ganadora  es tan trágicamente humana como cualquiera sólo que tan empecinada, casi tan suicida en su obstinación, que si antes de alcanzar sus objetivos no llenó todas las copas... faltó casi nada. En  los más diversos campos, en especial el de las artes, sólo se destaca el luchador que es aquel que ha nacido gran soñador y este último rasgo sí tiene mucho que ver con los dioses ya que no obstante llorar como todos, caer y temblar como el que más, su singularidad radica en esa diosa insobornable que hay en su corazón no solamente para socorrerlo. También para dirigirlo y estimularlo: hay una vocación.
   Escribo estas líneas pensando en Pituca que se olvidó de la música al haber sacrificado su sueño de ser concertista por cumplir con esa oscura, pero sugerente necesidad, de ser "como su madre" esto es, una directora de escuela con un hogar "bien constituido", dos nenas y melodrama sin fin. La pianista célebre que pudo haber sido no sé por dónde andaría cuando yo la descubrí. En el lugar de la malograda artista encontré a una linda hembra redimida por sus hijas además de muy bien conservada por la vanidad. En algunos momentos pude ver su leve perfil de mística aficionada sin muchas posibilidades de sobrevivir aún teniendo tan excelentes relaciones con "la profesora" en el terreno de la música cada vez más profanado por la alta costura.
   Y sí. En su cuarto de coser Pituca aprendió a sentirse en su aire. Aquel espacio pequeño terminó por impregnarse con su espíritu -su energía- porque entre sus paredes coincidían sus colores predilectos con las formas de su cuerpo que se vestía y desvestía para pruebas innumerables sin perder, por nada, aquella tibieza bien hermana de la que conservaba todo el tiempo una plancha "que hacía milagros" aunque discretamente y siempre en mínimo (como debe estar la mente para hacer lo suyo). En verdad, las vibraciones de su persona ya estaban sincronizadas con el concierto que ofrecían sus tijeras y esa máquina de coser casi inexistente para ella tan habituada a ese ruidaje como a los latidos de su corazón. Es que algo así como el corazón, para su cuerpo, era la máquina de coser para su alma vanidosa.
   -"Yo soy trapera. Para qué voy a decir una cosa por otra"- explicaba con total naturalidad insistiendo sin descanso en el arte de estar presentable aunque descuidando por completo aquel otro de sentirse si no feliz... por lo menos de buen ánimo.
   Pituca era sensible. A través de la música Ella recibía del infinito una especie de susurros que no se molestaba en descifrar pero que, de ninguna manera, la dejaban indiferente. En realidad, la inquietaban mucho más de lo que podía suponer y le infundieron dos cualidades esenciales para el desarrollo personal: la curiosidad y cierto  asombro infantil que hicieron de ella una persona interesante aún en el trato cotidiano.
   Si Mozart y Ravel fueron desatendidos, porque a Pituca la llamaba con más urgencia "el rincón de las hornallas", sucedió  porque a menudo   se confunde vocación, llamado interior, con  el mandato de salir de la turba que es una mundana aspiración tan legítima como cualquier otra. En la segunda opción se encuentra la mayoría de las personas a quienes un fuerte anhelo de trascender las lleva del canto al boxeo, de las cuerdas a las pasarelas y de ahí a un negocio redituable o, por lo menos, a un matrimonio conveniente en términos económicos. Mi amiga Pituca no fue la excepción entregándose a un sueño equivocado. Lo que ella buscaba era sobresalir y finalmente no renunció a esa consigna porque Pituca no fue una más. Ella hizo una brillante carrera como musicóloga en los más altos niveles de su país y también como educadora aprovechando que era jefe de nacimiento tal como su esposo lo podía atestiguar. Aquel santo hombre debía vivir recordándole que Él era arquitecto, no su alumno ni su cadete aunque, si todavía no lo dije, en su casa mandaba Él cuando Ella... estaba ausente.