sábado, 16 de mayo de 2015

"Estado de Gracia"

   
   "Felicidad" es un estado de gracia que todos traemos al nacer sólo que el paraíso que llega con nosotros es inmediatamente invadido por los adultos que se suponen sabios a partir del simple hecho de que "no nacieron ayer" cuando, justamente, sentirse bien es ser siempre recién  nacido frente a cada día que renace con nosotros. Es cierto que el bienestar tiene mucho que ver con esa inocencia tan desdeñada por la experiencia que -no siempre- sabemos ganar con los años. Esa ingenuidad es pura capacidad para disfrutarlo todo o, si se prefiere, para cumplir gustosos con el mandato de vivir por muy difícil que sea como en el caso de los creativos, artistas y compañía, que tuvieron -y seguirán teniendo- la peligrosa idea de hacerle una visita a nuestro planeta azul. Esos sí que no dejan de ser ingenuos hasta el fin y es por sentirse en su paraíso que se resisten a abandonarlo hasta para buscar qué comer porque en el caso de estos seres, magníficos, lo de morirse de hambre bien puede ya estar incluido en el precio del deber convenido.
   El paraíso propio no es privilegio de una clase social o grupo económico determinado. Existen pobres potentados en energía (o en espíritu) porque los marginados de este mundo reciben con total naturalidad el beneficio cósmico del tiempo libre y lo emplean, lo mejor que pueden, en el trabajo práctico de aprender a estar contentos con casi nada. Lo descubrí en ruedas de jóvenes compartiendo un mate y muchos sueños.
   -"Mi futuro está en mis piernas"- Me explicaba uno de ellos que soñaba con ser futbolista estrella. Otros, se apegaban a sus guitarras con esa especie de ternura que el artista le tiene destinada al instrumento y advertí que eran felices cantando por cantar así como hay quienes lo son viviendo por vivir.
   Todos conocemos infinidad de personas económicamente malogradas que tienen un sentido del amor, y del humor, envidiables. En el terreno del tiempo propio, terreno tan fértil para pensar y estremecerse, los pobres aprenden a soñar, a esperar, a enamorarse perdidamente, a pelear con alma y vida por cada centímetro que consiguen ganarle a  la intemperie. Aprenden a aullar como los lobos, a compartirlo todo y también a perderlo todo sin lamentarse demasiado puesto que necesitan recomenzar inmediatamente. Sé muy bien que el pobre no tiene tiempo para llorar por zonceras porque eso es bajar la guardia cuando se trata de vencer a la tristeza. Defendiendo a su alegría, la gente de escasos recursos debe estar siempre vigilante sin la falsa consigna de "no tener tiempo para nada" ya que no vive "para" vive "por": porque sí. Los fines predeterminados no están registrados en su mente por tratarse de personas tan entregadas a "las vueltas del destino". A su frase favorita: "Dios dirá" le sigue otra muy recurrente en su vocabulario: "por algo será". Abandonadas a su suerte, las personas menos favorecidas por el cielo se ven empujadas -en la tierra- a ser simplemente humanas. Horriblemente humanas -cuántas veces- pero vivientes hasta decir basta con la fuerza pública si hace falta.
   Los integrantes de clases sociales más acomodadas suelen ir de una meta a otra si es que no siguen respirando nada más que para conservar posiciones, y posesiones, sin contar a quienes ocupan toda una existencia en la búsqueda de respuestas que, estando en su poder, serán inalcanzables mientras falte oportunidad de prestarles la debida atención. Qué escasa es la gente que vive para vivir digo: simplemente para evolucionar sin tanta piruta innecesaria. El simple dejarse andar por el tiempo es más valorado por aquellos que menos tienen como si, desde alguna estrella misteriosa, se les compensara tantas carencias materiales con el uso más intenso de sus días con frecuencia nublados pero, siempre disponibles. Es este privilegio lo que les ofrece una extraña sensación de infinito y es lo que, secretamente, fortalece al pobrerío. Nadie cree más en Dios que aquellos a quienes parece haber abandonado después de dejarles, como únicas herramientas, las horas que hagan falta para inventar las más bellas mentiras y disfrutar las verdades más grandes como la de contar con ayuda invisible. Ellos pueden comprender  que, en esta vida, quien busque un lugar seguro para su verdadera identidad no lo encontrará. Habiendo tantos recovecos para supuestas pertenencias, no hay ninguno para nuestro cristo interior siempre un recién llegado a su propio continente que es el corazón humano donde hay mucho más que cuatro estaciones para disfrutar sólo que ya la gente de clase media tiene el tiempo reducido como puerta de acceso al universo personal porque ya tiene compromisos con el mundo: ha negociado la posibilidad de ser por la  por la ilusión de estar... parecer.... aparentar.... figurar... y correr todo el tiempo en "El País De Las Pesadillas", para permanecer, sin embargo, en el mismísimo lugar.