viernes, 2 de octubre de 2015

"Buena Noticia"

    Buenos Aires, Argentina, año XV de nuestro segundo milenio, la humanidad es tan descontrolada como siempre y, como para no variar, hay novedades que se ven insignificantes pero no lo son como el hecho de que hoy duelen los dedos al escribir si la lista de compras es un poquito extensa; nos cansamos leyendo más de tres páginas; no escuchamos la mitad de lo que nos dicen y en las ferias las señoras que venden papas hacen las cuentas a mayor velocidad que el noventa por ciento de los clientes. Estas observaciones serían ociosas si no fuera que delatan algo tan grave como la triste realidad de que cada día usamos menos el cerebro porque la tecnología nos ofrece todo servido y hasta pareciera que nuestra capacidad de hablar, escribir y pensar, no tuviera demasiada importancia porque el proceso de degradación humana está dosificado convenientemente: primero acortamos las palabras, ahora le toca el turno a las frases y ya es muy engorroso decir "fin de semana". Mejor decimos "finde" y el "te quiero" también fue barrido porque ahora nos escriben "TKM" y gracias. 
   Podría uno suponer que este afán de simplificar la comunicación coloquial se debe a la actual capacidad de síntesis de los humanos pero -¡cuidado!- para sintetizar primero hay que elaborar un discurso de modo que esta poda en el lenguaje es simple pobreza de vocabulario o, mejor dicho,carencia de recursos verbales para la comunicación. Cada día es más común tener que ayudar a la gente para que pueda redondear lo que está intentando decir sin conseguirlo por falta de herramientas para ordenar sus pensamientos y transmitirlos con rapidez y mínima claridad. Sucede que nos estamos quedando sin palabras para elaborar un comentario y transmitirlo de manera comprensible para el oyente que, a su vez, está perdiendo capacidad para prestar atención y, además, le está faltando entrenamiento adecuado para entender lo que se le dice en forma oral o escrita. No por otra causa en la República Argentina se hizo necesario, hace bastante tiempo, implementar una materia  estrafalaria conocida como "Comprensión de Texto". Enseñar a leer... ¡Qué vergüenza! La mitad de los estudiantes llegan al nivel terciario sin poder entender lo que leen y, por supuesto, sin capacidad para asimilar lo que se les enseña.
   Desde luego, no es casual que nos estén dejando mudos y estaría muy bien recordar que el cerebro humano se desarrolló enfrentando desafíos y que puede involucionar por falta de ellos. Que los aparatos nos hagan las cuentas no quiere decir que ignoremos cuánto es siete por cero. Que la tecnología nos brinde gran parte de la información que deseamos obtener no significa que estemos discapacitados para analizarla y en este pundo debo decir que la moda de testear conocimiento por sí o por no, o por opciones, es una invitación formal y descarada a la ingnorancia y, mucho antes, al desamor por el estudio, por el conocimiento y la superación personal. Si hasta parece que todo lo que hay que saber es nada porque hemos comprado la comodidad al precio de nuestra soberana inutilidad y,  como si fueran insuficientes los despropósitos  el deslumbramiento tecnológico consigue hacernos suponer que no necesitamos, por ejemplo, enamorarnos. Nuestras relaciones afectivas se van reemplazando por la necesidad de techo, comida y afines. El hecho desgraciado de no poder encontrar pares, por creernos "únicos e irrepetibles" más la actual insolvencia para generar afectos duraderos, por culpa del ejercicio cotidiano del desamor, nos inclina hacia la máquina hasta el extremo de desconectarnos de la vida que merecemos vivir. La mayoría de la gente hoy no canta después de haber guardado en el recuerdo a la contagiosa y liberadora carcajada si es que no a la mismísima sonrisa pero... a todo ésto....¿no era que lo único que necesitabas era amor?. Al paso que vamos, sólo falta firmar en público la renuncia indeclinable como "almas vivientes" para convertirnos en herramientas de la peor calidad. Sí. Ya es sabido que siempre fue muy caro aportar humanidad pero, a no desesperar porque no somos pocos los atrevidos que ni siquiera tenemos pensado dejar de ser humanos.
   Pensar, sentir, cantar como uno sabe, leer, escribir como la gente, pintar, bailar, defender ideales, enamorarse... son dones de la condición humana que deberán ser defendidos a nivel gubernamental y que la realidad no me deje mentir: Francia acaba de disponer que, a partir de año próximo, en los colegios serán obligatorios el dictado, la lectura y los cálculos mentales. Qué excelente noticia aunque no se le haya dado la  publicidad merecida por razones inconfesables. Yo, pobre alma, desde mi Argentina lejana, celebro esta iniciativa y deseo que sea implantada en todos los países de la tierra para que humanidad y tecnología terminen siendo buenas hermanas y -juntas- consigan hacer de este planeta azul un mundo exquisitamente rosa. ¡Vamos!