viernes, 23 de octubre de 2015

"¿Meditamos?"

  
   En el trayecto que va desde mi barrio al microcentro porteño, cómodamente instalada en un colectivo urbano, termino de aprobar mi post grado como decorosa, calificada y muy eficiente apariencia humana. Indigna condición, por cierto, pero no demasiado porque nada es lo que parece. Simplemente  sucede que, por el momento, no quiero saber nada de lo que sucede a mi alrdedor y cierro los ojos para intentar una visualización que me enseñó Mariló López Garrido en su programa radial de la medianoche. Está inspirada en una carta del Tarot y en mí funciona como una llave que me abre las puertas de mi verdadero domicilio que no figura en ningún directorio de este mundo porque se encuentra, a buen recaudo, en algún lugar del universo que ni yo sería capaz de señalar pero, allá voy:
   "Gran avenida bordea el río de un pueblo antiquísimo. Es amplia, soleada y en su primer tramo se deja ver un pequeño carruaje romano aguardándome. Tiene una capa violeta acomodada en su respaldo y sobre ella una corona y un cetro. Alguien me ayuda a abordarlo. Ya revestida con los atributos que encuentro, que son los propios de un "alma viviente", tomo las riendas de los dos caballos blancos que esperan mi orden para ocuparse de trasladar el carruaje sin esfuerzo. Comienza mi viaje hacia la luz. Puedo escuchar el paso seguro de los animales briosos que me conducen y hasta soy capaz de percibir una brisa deliciosa acariciándome la cara. Me encanta observar esa hilera de palmeras que se pierde en el infinito y es natural que "todo el universo me acompañe" es decir, conmigo marchan de buena gana las estrellas, las lunas, los planetas, las nubes de todos los colores, las dimensiones habidas y por haber, la chatarra espacial, los agujeros negros en frenética actividad, el Verbo que ondula por el cielo susurando nuevas y viejas creaciones. Los cascos de los caballos ya no resuenan sobre el empedrado porque estoy desplazándome sobre una cinta de luz que me lleva hacia un portal que para mi comprensión es un arco iris sobre un fondo de luz..." Puedo comprender que llegaré hasta donde alcancen mis merecimientos y soy feliz como no lo he sido por muchísimo tiempo... toda una experiencia secreta formidable hasta que una mano en el hombro me estremece: mi compañero de asiento necesita descender. Al tiempo que me pongo de pie para darle paso  lo bendigo en mi corazón por haberme sacado de mi paseo cósmico en el preciso momento en el que yo también debo descender.
    Aún allá estamos aquí con los guías siempre atentos a nuestras diligencias terrenales. Ellos no son seres alados, ni etéreos o ideales, son simples instrumentos en el laboratorio de la vida  como lo es cada ser en cualquier papel y  circunstancia que decida el universo (o el cielo o el venerable dios de tu conciencia).