sábado, 5 de septiembre de 2015

"¿Refugiados?"



   Hace pocos días Gaby, mi hermana del alma, científica, bodas de plata con su alma gemela, madre, amorosa hija y mejor amiga, me contaba las penurias de estudiante que vivió como becada en Europa y la miré, en mi corazón, y la ví brillar como un sol. Mucho antes escuché decir a Gabo que debió pedir limosna para comer cuando era niño y sentí en mi pecho que su hambre fue también el mío muchas veces pero, Gabo ni Gaby están a la deriva por mucho que hayan padecido en diferentes aprendizajes y, puedo escribir aquí, que son dos  bellísimas personas militantes de la vida en cada una de sus gestiones existenciales. Lo que no sé es si el día de mañana se podrá decir lo mismo de veinte millones de seres que huyen de la guerra y la desolación con sus hijos en brazos mendigando un lugar en este mundo que por derecho de nacimiento les pertenece. Sabiendo que están de más en sus países buscan otros que ya tienen sus propios desheredados pero no importa; en alguna parte necesitan refugiarse. Pensar que son mis hermanos. Que no tienen el agua tibia que tengo yo para bañarme todos los días, que no disfrutan de un café caliente cada mañana y que cuando miran hacia el futuro sólo está la oscuridad.
    -¿Por qué tanta injusticia? Aquí no voy a decirlo. 
   -¿Para qué tanta lucha por sobrevivir? No puedo explicármelo claramente. Sólo puedo renegar del maldito momento en el cual un grupo de humanos aprendió a hablar para que el resto aprendiera a callar.
   Atahualpa Yupanki decía:"le tengo rabia al silencio" cuando hablaba del poder de la palabra y del dinero que habla fuerte. Es muy buena compañía el silencio cuando está bajo techo, bien comido y en paz. También es inspirador cuando nos lleva de la mano hasta nuestro mundo interior o hacia el infinito pero -cuidado- puede ser un ángel exterminador si nos secuestra en el momento justo de tener que gritar "Yo Soy".


   Como es un hecho que continuará el negocio de los combustibles fósiles, y el de las armas,  dentro de muy  poco tendremos más infelices que buscarán refugio como víctimas del desastre ambiental que no nos interesa evitar y diremos: ¡pobres! y con esta falsedad estará todo dicho y esperaremos que a la mañana siguiente los pajaritos canten pero no cantarán porque ellos también, en este mundo, serán tan extranjeros como  lo es -en este instante- tantísima gente desalojada no sólo de sus países, también de sus destinos.     
   Cómo nos gusta guardar nuestro cuaderno de primer grado; nuestro ajuar de novia; todas las sonseras que sólo tienen valor para nuestra vanidad pero, estos millones de desheredados sólo conservan los latidos de su  corazón hasta caer al mar sin ser nadadores o hasta que algún gobernante les ofrezca un espacio para sobrevivir -por mucho tiempo- como humanos de cuarta.






   Quiero pensar que para comenzar a poner fin a tanta injusticia, a tantísima maldad, hoy mismo comenzaremos a ser mejores personas con quienes tenemos a la vista para que mañana no queden tan lejos de nuestro alcance y podamos ayudarlos cuando las pruebas lleguen. A esas horas se siente frío en el alma y entonces no basta una ley ni un blog ni un vaso de agua: hay que hacer fuego con astillas del propio corazón.