martes, 13 de diciembre de 2016

"Una Especial Inteligencia"




 
     Aquí estoy. Con la misma frescura que  tienes para pedirme que  sea silvestre porque amas el campo locamente, o para señalarme  el camino que me trae de la escuela como si hubiese sido hecho a mi medida y tan sólo para mí, y blanco, y corto, como el trajecito de novia que he vuelto a ponerme varias veces para demostrarte que me mantengo sirena o por presumida y ociosa que soy porque, ahora que recuerdo, te escucho decir muchas veces que yo no trabajo. Cuatro horas de clase y otras tantas escribiendo son como nada y cocinar ¿qué será? Tal vez un pasatiempo vulgar sobre todo cuando en pleno verano apareces con un regimiento de notables para almorzar (avisando y sin avisar). Por suerte, es muy justo que no sean los seres humanos los encargados de entregarse todo lo que se deben y desde que el cielo es nuestro pagador, no hay gestión, lágrima, pensamiento o acción que puedan permanecer impagos por demasiado tiempo y conste que para gestionar esos cobros no hay que tomarse la más mínima molestia. Yo, por lo pronto, trabajo para la vida y me arreglo tan bien con ella que ni sueño con que a un sindicato, o  a una empresa, se le antoje asignarme un centavo de los muchos que estoy acostumbrada a recibir.
    -¿Se puede saber qué haces? -consultas con esa falta de paciencia que tienes con aquellos que supones inferior a tu talla.
   -¿Ah, sí...? Pues si me tomara el trabajo de confeccionarte una lista de mis no pocas  actividades estoy segura de que serías capaz de alegar que no son tales mis famosas ocupaciones puesto que nadie me manda a realizarlas razón por la cual no se me abona ningún dinero por llevarlas supuestamente a cabo.
   Es en  ese preciso momento en el que yo solicitaría que te detengas a observar el estado en el que me encuentro. Si lo hicieras, objetivamente, verías cuántas cruces sobrellevo además de la mía y no gratis por cierto porque desde el vestuario que llevo, pasando por tu amor hasta la fuerza que tengo para defender a mi alegría, son lujos provenientes del servicio sin que yo sea precisamente servil. Como servidora, es cierto que nadie me paga un salario pero también es verdad que nada me falta desde que deben haber sido también para mí las palabras de aquel padre rico, en la parábola del hijo pródigo, cuando explica a uno de sus dos hijos por qué ordena un banquete para el que ha regresado en la miseria:
    A su hijo fiel y colaborador le dice de lo más campante:
   -Tu siempre estás conmigo y todo lo que tengo es tuyo.              
     Sí. Si pocas veces llegan a mis manos esas gratificaciones que la mayoría de la gente recibe con cierta regularidad, es porque  soy residente en cierto lugar donde  escribir, enseñar, estudiar y pensar,  son consideradas alteraciones mentales peligrosas que deben ser tratadas con dosis casa vez mayores de indiferencia colectiva y hasta en el entorno familiar. Sin abundar en detalles, hasta aquí nadie ha creído justo -o siquiera conveniente- alentarme en esos afanes y ni qué hablar de darme las gracias en el intento de continuarlos pero, como no pocos necesitan de mi cabeza y yo la presto, en algún punto del infinito hay una especial inteligencia que se toma en serio la responsabilidad de gratificarme por mis servicios porque la vida es esta empresa a nombre de toda la humanidad en la que sus trabajadores pueden estar seguros de poder contar con leyes poderosas que no sólo los defiende; además los incentiva. Suelen ser llamadas leyes de acción y reacción mientras que yo no dispongo de la suficiente capacidad para definirlas. Simplemente, me contento con saberlas de memoria para seguir amparándome en ellas. Tanto las necesité  que no por otra causa aprovecho al máximo mi natural interés por disfrutarlas. Es bien sabido que todo aquél que tenga algo que ver con las estrellas muy pronto descubre que la generalidad de lo establecido por sus desemejantes no le sirve. Son los que transcurren su infancia pidiendo permiso para jugar en casas siempre diferentes y, cuando son adultos,  están eternamente  pensando abandonar el lugar en el que se encuentran porque toda su vida buscarán alguien con quien poder ser además de permanecer. Antes de advertir que yo era de ésos, viví una prematura maternidad haciendo míos  a los que no encontraban un semejante por ningún lado y no sé en qué momento me percaté de las leyes de atracción y repulsión hasta que ya estuve en forma para ofrecerles compañía y poder colaborar con los extranjeros de este mundo que no son mayoría, tampoco bienvenidos, pero son los necesarios para la redención del género humano.