miércoles, 21 de septiembre de 2016

"¿Qué tal ?"

 
 
   Por motivos numerosos, por dinero entre ellos, la mayoría de las personas accedemos a  actividades lucrativas que impiden hacer algo así como vivir. Es común morir sin saber qué rostro, qué marido ni qué hijos tuvimos. Incluso desconocemos nuestra voz en un grabador, o frente a un micrófono, al escucharnos por primera vez debido a la  miserable atención que podemos prestarnos todo el tiempo que "estamos en actividad" o viviendo como autómatas perfectos claro que siempre alegando, a viva voz, ser gente muy ocupada. Vivir en infracción con nosotros mismos no tiene importancia mientras se pueda decir de nuestra pobre humanidad que somos grandes "trabajadores" a quienes, sin embargo,  el dignísimo  trabajo de desarrollarnos personalmente nos aguarda de por vida. Nada de atendernos ni entendernos. Como personas tan atareadas  ni siquiera tenemos pensado lidiar con nosotros (¡cómo si fuera tan fácil!).
 
   Para personas que casi no existen, por estar siempre ocupadas, la más remota posibilidad de que pueda producirse un encuentro consigo mismas las aterra: no vaya a ser que se encuentren con el  lobo que gusta vestirse de jubilado porque, si tal cosa sucede, el alma  duele en la garganta y es un nudo que ahoga con intención de matar. Así lo explican muchos descartados de la marea productiva al mendigar "cualquier empleo" que sirva de excusa para peinarse y continuar estando presentables ya que sin imposición de horarios, y obligaciones, se convierten en partículas adheridas a la pantalla de un televisor o de una PC.
   Demasiado tarde el jubilado se entera de no haber sido, ni por asomo, el personaje que le habían hecho creer que era. Resultó que fue tan sólo una máquina puesta a punto por los modernos mecanismos de producción que apelan a la vanidad de las personas ofreciéndoles, mientras funcionen y sean útiles, un universo sustituto de sonrisas, de gratificaciones monetarias, que sirven de gasolina para mantenerlas en marcha todo el tiempo que haga  falta.  Esto no sería tan doloroso, ni evidente, si los humanos aparatos no fueran desechados cuando aún tienen considerable carga de energía solar. No siempre  es un moribundo quien queda fuera de circulación como asalariado ya que suele ser alguien muy vivo que siempre peleó para que lo emplearan hasta que sus últimos empleadores decidieron eliminarlo usando la herramienta de la "Liquidación Final de Haberes" que apunta a una muerte social, como tantas, con el agravante de que no es fulminante y puede ser demasiado lenta. El lenguaje coloquial lo grafica muy bien cuando de alguien asesinado a golpe de desempleo se comenta, con naturalidad, que "lo liquidaron".
   
   Por suerte no siempre es tan así porque el expulsado del mercado laboral sigue siendo un ciudadano de este mundo con sus asignaturas pendientes que espera con ansias poder concretar y, por primera vez, tendrá oportunidad de "hacer la  suya" mandando al diablo el reloj y el dichoso calendario. Por cierto ni le hablen de reglamentos o disposiciones administrativas y mucho menos de órdenes de ninguna especie porque no tiene pensado tener más jefe que su divina persona y, para que sepan todos, NO TIENE PENSADO ENVEJECER por muy añoso que pueda llegar a ser ¿Qué tal?.  

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