miércoles, 25 de enero de 2017

"Juan y Juan "





   Los duendes que harían remolinos en Agosto estaban en camino a la frontera tripartita entre Argentina, Bolivia y Paraguay. A escasos kilómetros, en Tartagal, ya los estaban esperando pero antes había que pensar en celebrar, a toda luz, el nacimiento de San Juan Bautista. Esa noche las barriadas de la ciudad competían con sus fogatas estrafalarias después de haber profanado la siesta sagrada con tanto grito y crujir de ramas secas elegidas con mucho cuidado para consagrarlas al santo la noche del 23 de junio.
   La ciudad se iluminaba durante un lapso de tiempo suficiente como para dejarlo ciego al diablo que nunca duerme, según dicen, pero el pobre no ve más allá de sus narices y peor si lo encandilan los fuegos de San Juan.
  


El vecindario recorría los fogones y muchos arrojaban cosas al fuego esperando señales de las llamas que invitaban a una cita con el alma dejándose llevar por el silencio.
   Observar  el rostro iluminado de los vecinos era un espectáculo aparte porque la luz hermana a la humanidad y en estos trances se habla poco, se piensa mucho,  se percibe más y hasta se puede creer en la posibilidad de ser feliz.
   En una noche de éstas yo conocí al AMOR llamado, como por arte de magia,  Juan. Paseando entre llamaradas descubrí a una mirada muy hermana de la mía y en esos ojos negros me sorprendí bellísima y ¡perfecta!. Fue un breve ensueño -lo sé- pero fue lo que merecí y del que salí convertida en la eterna enamorada de los fuegos que ahora soy  sólo que ya no busco señales; sólo intento encontrarme  con aquella  flacucha presumida, ¡tan audaz,! que fui una vez y, si la encuentro, puedo escribir mis más bonitas páginas porque el fuego de la pasión, del dolor, de los ideales o de los sueños, me transforman en una extraña mariposa imposible de atrapar dormida entre las letras. Como es de imaginar, sé  revolotear con gracia a la vista de cualquiera pero en seguida escapo victoriosa detrás de algún plan, o de una idea, para seguir viviendo en el aire y, cuando el momento llegue, morir de risa.
  
   En el otoño de la vida los fuegos no se apagan si se vive en el infinito donde ayer y mañana es hoy claro que aquellos ojos, aquella comunión, sólo una vez. Lo que le sigue es pura, comprensible y humana satisfacción de necesidades: de compañía, de sexo, de protección, de dinero... de lo que se nos ocurra para intentar una vida que valga la pena... Así debe ser y está perfecto.
  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario


Leer es un placer!!!